23 sep. 2025
Eugenia Navarro
Durante años, los departamentos legales internos vivieron discretamente, lejos del foco y relegados a tareas de soporte. Hoy, sin embargo, los abogados in-house han dado un salto histórico: han pasado de operar en la sombra a desfilar por la alfombra roja de los premios más prestigiosos de la profesión. Reconocidos por su capacidad de innovar en tecnología, procesos y comunicación, ya no solo protegen a las compañías, sino que impulsan su estrategia, sorprenden con proyectos creativos y compiten de tú a tú con las grandes firmas.
El abogado in-house y la transformación de su relación con el abogado externo
En el mundo empresarial actual, el papel del abogado in-house ha adquirido una relevancia inédita. Durante décadas, las compañías dependían en gran medida de los despachos externos para atender sus necesidades jurídicas. Sin embargo, en los últimos años se ha producido un giro trascendental: el abogado interno ha dejado de ser un mero gestor de contratos o de litigios para convertirse en un actor estratégico dentro de la organización.
Hoy, su función se centra en anticipar riesgos, comprender a fondo el negocio y participar en la toma de decisiones corporativas de alto nivel. Esto ha supuesto un cambio cultural, ya que la asesoría jurídica interna ya no se limita a reaccionar ante problemas, sino que busca prevenirlos y alinearse con los objetivos de la empresa.
En este nuevo escenario, la relación con el abogado externo también ha evolucionado. Lejos de desaparecer, se ha transformado en una colaboración más especializada. El despacho aporta conocimientos técnicos de gran complejidad, experiencia acumulada en distintos sectores y capacidad de reacción ante litigios relevantes, mientras que el abogado in-house garantiza la integración de esas recomendaciones dentro de la estrategia corporativa. El vínculo ya no se concibe como una delegación unilateral, sino como una asociación en la que cada parte ofrece un valor complementario.
Un factor decisivo en esta transformación ha sido el papel de la tecnología, y en particular el uso de la inteligencia artificial. Por primera vez en la historia, los departamentos legales internos invierten más en tecnología que en servicios jurídicos externos. Este cambio revela una tendencia clara: las empresas buscan herramientas que permitan automatizar tareas repetitivas, como la revisión de contratos o la gestión documental, liberando así tiempo y recursos del equipo in-house para dedicarlos a funciones más estratégicas. Al mismo tiempo, esta redistribución de responsabilidades impulsa a los abogados externos a aportar un valor añadido que vaya más allá de lo rutinario, obligándolos a innovar y a posicionarse como verdaderos socios estratégicos.
El resultado es un ecosistema jurídico en el que lo interno y lo externo se equilibran de manera distinta. El abogado in-house concentra cada vez más la gestión global y la visión estratégica, apoyándose en la tecnología como aliada fundamental. Los abogados externos, por su parte, se dedican principalmente a una abogacía singular o de alta complejidad, así como a procesos específicos de gran volumen y tamaño, aportando una especialización difícil de replicar internamente y ofreciendo perspectiva comparativa en un entorno regulatorio cambiante.
Comunicación y reconocimiento: la nueva visibilidad del abogado interno
En esta visión de cambio, la comunicación adquiere un papel esencial. Tanto la comunicación interna, que refuerza la influencia del departamento jurídico en la organización, como la comunicación externa, que pone en valor su función frente al mercado, resultan determinantes. Gracias a ello, los departamentos legales han comenzado a ganar notoriedad y reconocimiento público, algo que tradicionalmente estaba reservado a las grandes firmas. Hoy proliferan los premios dirigidos a proyectos de abogacía interna que compiten de tú a tú con los despachos más prestigiosos. Basta con observar los galardones de FT Innovative Lawyers, donde empresas españolas como Ilunion, Repsol o Santander han situado a sus departamentos jurídicos entre los mejor reconocidos de Europa, o los premios nacionales de Expansión y El Confidencial, que visibilizan y celebran la innovación dentro de las asesorías jurídicas corporativas.
Además, los premios no deben entenderse únicamente como un ejercicio de autoreconocimiento. Su verdadero valor radica en que sirven para estructurar proyectos, darles forma, comunicarlos mejor dentro de la organización y facilitar una propia “venta interna” de la iniciativa. Sorprender dentro de las empresas con ideas creativas que luego reciben un reconocimiento externo no solo fortalece la marca corporativa, sino que mejora la percepción de valor de los departamentos legales y, al mismo tiempo, refuerza la cohesión del equipo. De este modo, la búsqueda de la excelencia y la innovación jurídica se convierte también en una poderosa herramienta de motivación y cultura corporativa.
Cómo se prepara un premio en el ámbito jurídico
El proceso de preparación de un premio va mucho más allá de recopilar todo lo que el departamento ha hecho en un periodo determinado. La clave está en identificar un proyecto concreto, singular y representativo, que demuestre una mejora significativa no solo para el propio departamento, sino también para el conjunto de la organización y sus socios de negocio. Un premio con impacto requiere que el proyecto elegido esté alineado con la estrategia global de la compañía y que pueda exhibirse como un ejemplo de cómo la función jurídica acompaña y potencia los objetivos empresariales.
Realizar una candidatura para un premio implica demostrar que se ha hecho algo excepcional y diferente. No se trata únicamente de presentar el uso de herramientas tecnológicas novedosas, sino de mostrar la capacidad de innovar en distintos planos: en la gestión de las personas, en el rediseño de procesos, en la forma de colaborar con otras áreas o en la manera de comunicar los resultados. En definitiva, lo que se reconoce no es solo la adopción de soluciones, sino la visión transformadora y el impacto real que generan.
Un proyecto premiado transmite un mensaje claro: el departamento legal es capaz de pensar y actuar con creatividad, de anticiparse a los cambios y de aportar valor tangible al negocio. Al mismo tiempo, preparar un premio obliga a ordenar, priorizar y comunicar lo realizado de forma estructurada, lo que en sí mismo ya supone un ejercicio de aprendizaje y de crecimiento interno.
En última instancia, un reconocimiento de este tipo no solo refuerza la reputación externa de la empresa y su equipo jurídico, sino que también eleva el sentimiento de pertenencia y motiva a los profesionales que lo integran. Se convierte así en una herramienta doble: hacia fuera, fortalece la marca y la competitividad; hacia dentro, inspira nuevas formas de innovar y de liderar la función legal.
Estamos ante un cambio de paradigma. La combinación entre innovación tecnológica, visión estratégica, comunicación efectiva, creatividad y colaboración especializada está configurando un modelo de asesoría jurídica más eficiente, dinámico y adaptado a las exigencias de un entorno empresarial globalizado. Y hoy, los abogados in-house, que antes trabajaban desde la sombra, pueden reivindicar su lugar en la alfombra roja.
Artículo original publicado en Abogacía Española
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