Paralelismos

19 ago. 2024

Eva Bruch

Los paralelismos son interesantes. De un lado, pueden aportar señales de alerta tempranas de situaciones no deseadas. Por ejemplo el crash del 1929 y la crisis financiera del 2008. Ambas crisis estuvieron precedidas por un periodo financiero anómalo (una especulación descontrolada en el primer caso y una burbuja inmobiliaria en el segundo), una excesiva expansión del crédito y falta de regulación específica en los mercados en ambos casos. Aunque a pesar de las señales, pocas veces les hacemos caso.

De otro lado, ayudan a reflexionar y tomar perspectiva sobre situaciones que quizás no terminen de comprenderse en el presente y que nos generan angustia sobre el futuro. La introducción del correo electrónico e internet en su momento generó sentimientos encontrados, un cambio de paradigma que ponía en riesgo algunos servicios y empleos. Lo mismo pasó con el telégrafo eléctrico muchos años antes. Pero ambas innovaciones conllevaron una aceleración del comercio y las comunicaciones, ahorro de costes y un crecimiento económico global.

Otro paralelismo es el de la revolución industrial con la digital. Cambios de gran calado en la primera permitieron pasar de una economía agraria a una industrial, generando una urbanización masiva y cambios en las condiciones laborales. La revolución digital supuso el nacimiento de la economía digital, la creación de nuevas industrias, nuevos empleos y cambios profundos en la comunicación y la información. Pero ambas venían acompañadas de importantes desafíos: desplazamiento laboral, automatización, problemas de privacidad y ciberseguridad…  aunque el balance de ambas ha sido positivo, aún cuando no ha terminado la segunda.

La última vuelta de tuerca de esta revolución digital la protagonizan la IA generativa y las máquinas inteligentes, potencialmente capaces de sustituir a las personas en una amplia gama de actividades. Las cifras asustan. En 2017 McKinsey preveía que la automatización podría desplazar entre 75 y 375 millones de trabajadores para 2030. El año pasado El World Economic Forum indicaba que alrededor del 40% de todas las horas de trabajo podrían verse afectadas por modelos de lenguaje generativo como ChatGPT. También en  sentido inverso pues se espera un crecimiento del 23% en la demanda de trabajos STEM para 2030.

También ahora se producen sentimientos encontrados sobre el impacto a futuro sobre la sociedad, el empleo y la seguridad que estas innovaciones conllevarán. Pero si usamos los paralelismos y tomamos perspectiva sobre la situación, podemos identificar por lo menos tres cosas. La primera, que la evolución no va a parar, la segunda, que se necesita regulación específica y la tercera, que el balance tiende a ser positivo (y hay varias teorías que lo sustentan, como la de la compensación) pero que sí se perderán empleos y se generarán desigualdades. Los gobiernos tienen una gran responsabilidad en este escenario, pero también las empresas, que no podrán evitar la erosión de empleos pero sí mitigar sus efectos contribuyendo a la vez a su propio fortalecimiento.

Es posible adoptar la IA Generativa de forma responsable, lo está haciendo IBM para mejorar la eficiencia en la gestión de talento y en el servicio al cliente e implementando programas de reskilling y upskilling ayudando a sus empleados a adquirir nuevas habilidades y adaptarse a roles que requieren conocimientos avanzados de IA.  Deloitte utiliza la IA para analizar grandes cantidades de datos y ofrecer asesoramiento más preciso e invierte en la formación continua de su personal, asegurando que los empleados puedan adaptarse a los cambios tecnológicos. Procter & Gamble (P&G) emplea la IA para predecir la demanda de productos y optimizar la producción e implementa programas de formación para sus trabajadores en el uso de nuevas tecnologías.

Es importante aprender del pasado, de los ciclos que hemos vivido, repasar las lecciones y prepararnos para el nuevo futuro. Los paralelismos pueden ayudar en esto, hemos pasado por ciclos similares, por situaciones parecidas, hemos afrontado los mismos miedos antes, el temor a lo desconocido, al cambio radical, la necesidad de adaptación… Lo que cambia es que podemos anticiparnos, mitigar los efectos adversos y prepararnos para el cambio. El momento es ahora. Hay que tomar responsabilidad y las empresas tienen un papel importantísimo en ello.

Artículo original publicado en el Blog de innovación legal del Consejo General de la Abogacia Española

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