07 may. 2024
Lidia Zommer
En una sesión de formación sobre propuesta de valor en la abogacía, mientras veíamos los modos de identificar las expectativas de los clientes, una abogada me dijo: “Yo sé lo que quieren mis clientes. Quieren hablar conmigo muchas veces. Pero a mí no me da la vida para atenderlos.”
El término “ocupado” se ha vuelto tan común que ya no nos llama la atención. Casi todos los abogados que conozco están siempre muy ocupados. Yo solía pensar que eso era mejor que su alternativa, tener poco trabajo.
Pero estaba equivocada.
Estar permanentemente con cara de “tengo tantos temas que no me puedo parar”, ir a buscar el café siempre con papeles, quedarse hasta las tantas en el despacho era señal de abogado exitoso.
Al mismo tiempo, la mayoría se queja de que no factura suficiente.
¿En qué quedamos?
El problema no es tener mucho trabajo, el problema es tener trabajo que no nos pagan.
Si no tienes tiempo es muy difícil que puedas pararte a planificar estrategias, asentar la experiencia para transformarla en conocimiento, proyectar el crecimiento y ocuparte de las cosas importantes, como estar pendiente de cómo se sienten los clientes y tu gente.
El problema es cuando tememos poner límites a las exigencias de los clientes por si nos dejan.
Esto es especialmente frecuente cuando tenemos igualas.
Las igualas, o la contratación de determinados servicios jurídicos por un monto fijo mensual, plantea ciertos beneficios y algunos desafíos:
Pros de las igualas:
Contras de las igualas:
Tres consejos clave para superar los desafíos:
Implementar servicios por medio de igualas puede ser muy beneficioso si se maneja correctamente.
Así que adelante, tómate un descanso, levanta la cabeza, analiza la rentabilidad y satisfacción de los clientes y busca formas de trabajar de forma más inteligente, no más dura.
Artículo original publicado en el Blog de Comunicación, Marketing y Coaching de Abogacía
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