11 dic. 2023
Eva Bruch
Por primera vez en muchos años escucho abogados, muchos, afirmando que ahora ya sí entienden que es esto de la inteligencia artificial y en qué les puede ayudar. Obviamente esto ha sido gracias a OpenAI y su famoso ChatGPT, una herramienta que en cuestión de días se hizo famosa en todo el mundo, se adoptó de manera masiva, está llenando páginas de texto y los abogados tienen claro que les va a impactar de forma directa.
Abundan en el mercado los cursos de Legal Prompting o Prompt Engineering para ayudar a profesionales del derecho a extraer el máximo provecho de un sistema que dista mucho de ser perfecto siendo en realidad, siquiera medianamente bueno para menesteres jurídicos.
No obstante, es un sano ejercicio que el sector vaya acercándose a una tecnología que cambiará para siempre la profesión en un plazo de tiempo no superior a dos años. Esto ocurrirá cuando a los Modelos de Lenguaje a Gran Escala (LLM) se les aplique modelos específicos de ámbito jurídico conectados y combinados con herramientas y métodos legales específicos a través de una capa organizativa de agentes legales jurídicos. Es decir, cuando se disponga de un GPT jurídico que pueda funcionar igual que un coche autónomo, con capacidad para tomar decisiones.
Imaginen un sistema al que una persona pueda acudir con una duda jurídica y éste, una vez expuestas las opciones de forma clara, concisa y entendible, ofrezca la posibilidad de ocuparse íntegramente de la gestión, comunicándose con la persona para temas puramente burocráticos y de actualización del estado de su asunto. Esto ya existe, pero limitado a un tipo de trámite concreto y de escasa complejidad, donde las opciones son pocas y muy claras. Probablemente, la única barrera insuperable para este sistema sería la presentación de una demanda que requiera la firma de un letrado y la defensa en sala, aunque esta es una limitación legal, no del sistema.
Esto vamos a verlo y el sector deberá aprender a convivir con ello y gestionarlo.
● Las Big Four están mejor preparadas para ello, pues llevan ventaja a los despachos en el uso y desarrollo de herramientas de inteligencia artificial.
● Los clientes están expectantes ante la evolución de estas herramientas, quieren conocer qué mejoras les brindará, si sus despachos de referencia las usarán y en cuánto van a reducir sus honorarios por el ahorro de tiempo, costes y materiales que estos sistemas aportarán.
● Los despachos deberán repensar sus modelos de negocio, adaptarlos a una nueva forma de prestar servicios jurídicos donde el uso de tecnología avanzada será el equivalente al uso del ordenador. Deberán adaptarse los sistemas de captación y retención del talento, la propia composición de los equipos de trabajo (más diversos y multifuncionales), el tipo de servicios y las especializaciones, el sistema de pricing…
Cada despacho dispondrá (o debería disponer) de un sistema propio entrenado y modelizado con el conocimiento generado en los últimos años, por eso era tan importante digitalizar y disponer de un sistema de gestión documental y del conocimiento, ¿de qué otra forma va a diferenciarse un despacho de otro si no es por el conocimiento y la experiencia de sus profesionales atesorados a lo largo de los años?
Hagamos un último ejercicio de imaginación.
Imaginemos que todos estos sistemas entrenados jurídicamente los juntamos en un único espacio, en un supercomputador por ejemplo. No hace mucho asistí a una charla en el Barcelona Supercomputing Center donde su director comercial, Josep Martorell, explicaba que actualmente la inteligencia artificial es capaz de solucionar efectivamente y de forma autónoma, problemas complejos tomando como base los entrenamientos a los que han sido sometidos.
La diferencia es que ahora, los científicos no son capaces de entender cómo el sistema ha llegado a dichas soluciones.
¿Podríamos tener un super sistema entrenado en temas jurídicos con capacidad para formular estrategias y soluciones a las que un equipo jurídico experto sea incapaz de llegar? ¿Podríamos juntar todos los sistemas? Si no logramos entender cómo funciona el sistema, pero el sistema funciona bien, cada vez mejor ¿podría el sistema llegar a tomar consciencia propia? ¿Tenemos respuesta a esta pregunta?
Artículo original publicado en el Blog de Innovación Legal de la Abogacía Española
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