06 sep. 2023
Eugenia Navarro
“Estamos viviendo una era sumamente retadora que transformará la profesión de abogado y la forma de ejercer y prestar servicios como nunca antes había ocurrido.”
A diferencia de la IA tradicional, que se centra en la clasificación y la predicción de patrones, la IAG es una nueva rama capaz de crear contenido original en diversos formatos como texto, imagen, video o incluso música. La Inteligencia Artificial Generativa (Generative AI por sus siglas en inglés), se refiere a aquellos sistemas capaces de generar contenido de calidad nuevo a partir de datos existentes. Esta tecnología incipiente está teniendo un gran impacto en el mundo jurídico pero la falta de una regulación específica unida al reto de aprender a utilizarla de manera ética pone de manifiesto ciertas reticencias ante este nuevo paradigma.
Todo parece indicar que estamos ante una nueva era del sector. ¿Qué impacto cree que tendrá la IAG en el ámbito legal?
El avance imparable de esta tecnología tendrá un alto impacto en la manera en que encontramos la información, pero también en la manera en la que la creamos, porque podremos partir de datos, millones de datos o incluso de toda la información que exista en la red. Este tipo de inteligencia tiene un alto potencial de afectar significativamente al sector legal, cambiando la profesión con nuevos modelos, empoderamiento del comprador de servicios y generando una nueva manera de ejercer. Ejercer la abogacía, deja de ser lo mismo que prestar servicios legales, lo cual es un gran cambio de paradigma.
¿Qué utilidades destacaría de su uso en el ámbito jurídico actual?
Hoy, este tipo de inteligencia artificial puede ayudar a la investigación legal siendo más rápida y eficaz, a generar asesoramientos automatizados para procesos repetitivos, a generar documentos legales, a la traducción especializada, al análisis de casos legales complejos ayudando a la toma de decisiones por la facilidad de analizar diferentes escenarios con las diferentes consecuencias y medidas de riesgo. No podemos olvidar que esto último ayudará enormemente a entrenar a nuestros jóvenes abogados y tal vez a nuevas formas de aprendizaje.
Respecto a la precisión y calidad de los documentos generados por IAG hay muchas voces críticas. ¿Cómo cree que deberían abordarse estas inquietudes para asegurar que los resultados sean confiables y adecuados?
Cabe decir que no es oro todo lo que reluce, en algunas firmas ya se ha prohibido el uso de CHAT GPT o Bard, y es que es demasiado tentador que redacte una demanda o cualquier otro documento legal, sin demasiado esfuerzo. Aún existe un alto potencial de mejora, especialmente en documentos legales y precedentes (recuerden el caso de del abogado americano Steven Schwartz, que presentó una demanda con invenciones de precedentes por parte de ChatGPT). El uso indistinto de información no estructurada lleva a errores graves. Por este motivo, algunos despachos utilizan IAG pero en entornos acotados circunscritos a sus propios documentos, como el caso de Harvey de Allen and Overy.
Algunos despachos legales están trabajando en protocolos para detectar las llamadas “alucinaciones”, es decir, cuando el sistema genera respuestas convincentes pero inventadas. ¿Cree que esta práctica acabará siendo necesaria y generalizada en los despachos y departamentos legales corporativos?
Sí, estas alucinaciones han generado algunos problemas que se han hecho públicos y han aumentado la reticencia al uso de estas herramientas. Creo que es cuestión de tiempo que se corrijan. Es sorprendente los niveles de respuesta y de interacción, creo que las mejoras llegarán de manera exponencial. Lo importante será hacer bien las preguntas con mucho nivel de detalle. Hoy en día, el uso de CHATGPT o Brad están prohibidos ya que estas “alucinaciones” no pueden ocurrir, las medidas deben asegurar que esto no se produzca, a día de hoy se consigue con el uso acotado y estructurado de los documentos y la información que se usa.
“Un abogado que no sepa lidiar no solo con la IAG sino con la tecnología, no será un abogado competitivo en el futuro y no podrá dar un servicio eficiente a sus clientes.”
Es evidente que ahorra tiempo y minimiza los errores humanos. ¿Cómo ve la relación entre la IAG y los abogados? ¿Es una colaboración o una competencia?
No tengo la menor duda, es necesaria una colaboración. La abogacía debe concentrarse allí donde añade valor o bien en el asesoramiento, en el modelo de prestación de servicios o en los aspectos más humanos de la profesión como las negociaciones o gestión de emociones. Los abogados serán más competentes, más rápidos, tomarán decisiones con más información y podrán valorar riesgos de diferentes escenarios.
A pesar de los beneficios evidentes, también existen desafíos y consideraciones éticas asociados con la aplicación de la IAG en el derecho. ¿Cuáles destacaría?
Creo que la ética es el gran reto, evitar sesgos, prejuzgar a personas en base a sus patrones, respetar la privacidad y, sobre todo, seguir cuestionando los resultados en función del sentido común y los valores humanos. No obstante las dificultades, no podemos engañarnos, estamos recorriendo un viaje que cambiará el sector legal, con las respectivas prevenciones de privacidad, ética y precisión. Y aunque la interpretación de la ley y las emociones son y serán humanas hemos de reconocer que estamos viviendo una era sumamente retadora que transformará la profesión de abogado y la forma de ejercer y prestar servicios como nunca antes había ocurrido.
Para los profesionales del derecho que puedan sentirse inseguros respecto a la adopción de la IAG. ¿Qué consejos puede brindarles para adaptarse y sacar el máximo provecho de esta tecnología?
Creo que el primer consejo es que no hablen de oídas, que la prueben, que jueguen con ella y que la valoren. El abogado artesano no es la mejor opción en según qué temas, es necesario basarse en datos, patrones, precedentes… y la IAG puede revisar millones de documentos y dar información para que se tomen mejores decisiones con más datos, no para que se adopte tal cual. La prevención debe existir siempre, pero hay que entender en qué puede ayudar a cada uno en su ámbito. Mi segundo consejo es que se formen, existe mucha información, cursos y programas en el mercado. Un abogado que no sepa lidiar no solo con la IAG sino con la tecnología no será un abogado competitivo en el futuro y no podrá dar un servicio eficiente a sus clientes. La abogacía y la tecnología van de la mano para siempre y eso implica que hay que comprender esa simbiosis.
¿Cómo cree que evolucionará su uso en el ámbito legal en los próximos años? ¿Cree que el uso de la IAG permitirá a los abogados centrarse más en las cuestiones estratégicas?
El impacto de la IAG va a cambiar muchas cosas en el sector legal sin vuelta atrás. Por una parte, tendremos una abogacía muy segmentada, mucho más rica, muy especializada en función del tipo de trabajo que se realice: estandarizado o singular y complejo. Tendremos un acceso a la justicia mayor, con un empoderamiento del comprador de servicios jurídicos en una sociedad con mayor cultura legal por parte de la ciudadanía. Seguirán existiendo abogados muy especializados para temas complejos que podrán estar tanto en modelos tradicionales como en nuevos modelos de trabajo. Lo que será necesario es definir una estrategia competitiva y decidir con qué modelo y para qué tipo de clientes y servicios se quiere competir en este mercado cada vez más profesional y especializado. Los abogados in-house, desde luego, tendrán más tiempo para dedicarse a temas estratégicos y complejos convirtiéndose en directivos clave en las compañías. El impacto de este tipo de tecnologías en los departamentos legales internos será clave y restructurará la manera en que asesoren y contraten sus proveedores legales. Así pues, tendremos diferentes tipos de talentos, carreras y salarios para cada tipo de modelo. Lo que es importante es prepararse, formarse y comprender cuál será el impacto en la manera en que cada uno ejerza como abogado.
Entrevista original publicada en la Revista Iberian Lawyer
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