14 oct. 2025
Blanca Rodríguez
La inteligencia artificial (IA) ha irrumpido en nuestras vidas y, por supuesto, también en el mundo laboral generando inquietud y muchos interrogantes, tanto legales como de gestión de personas. En este articulo analizaremos no solo las implicaciones legales desde una perspectiva laboral sino también la importancia de la subjetividad y la inteligencia emocional como factores clave.
Hoy ya existen herramientas capaces de automatizar procesos de selección, evaluación o incluso de influir en decisiones de despido: ¿cómo aprovechar el potencial de la IA sin poner en riesgo los derechos fundamentales, la confianza o la cultura y el alma de nuestras organizaciones?
Desde el ámbito laboral el marco normativo empieza a dar respuesta. El Reglamento (UE) 2024/1689 ha clasificado el uso de la IA en el ámbito laboral como de alto riesgo, obligando a las empresas a garantizar transparencia, trazabilidad y supervisión humana.
Ello deriva en la necesidad de que las empresas tengan que cumplir con los requisitos de transparencia en los sistemas que utilizan y, particularmente, es necesario que se establezca un sistema de gestión de riesgos o concretar las prácticas de gestión de los datos de manera adecuada. Buen ejemplo de ello es la necesidad de obtener el marcado CE como sistema de alto riesgo seguro. Conforme a la normativa nacional de protección de datos, es necesario también incorporar una evaluación de impacto en los procesos de selección.
Las empresas vinculadas al reclutamiento de personal tienen la obligación de informar a las personas candidatas del uso de sistemas avanzados de inteligencia artificial, garantizando así la protección de sus datos. Deberán asimismo mantener la trazabilidad, documentando cómo funciona la herramienta y qué criterios aplica, además de controlar posibles sesgos y discriminaciones, todo ello asegurado bajo la supervisión humana. El incumplimiento puede conllevar sanciones millonarias como la multa a Amazon por la Generalitat de Cataluña como consecuencia de la falta de transparencia en lo relativo al funcionamiento del algoritmo que monitorizaba la productividad de los trabajadores.
Ahora bien, más allá de la obligación de cumplir la norma, el verdadero reto para las empresas está en cómo gestionar esta tecnología. Aquí el papel de las áreas de Recursos Humanos y de los líderes es esencial. Debemos garantizar que la diversidad sigue siendo un valor irrenunciable y que, cuando hay que tomar decisiones difíciles, estas se comunican y gestionan con empatía y humanidad teniendo en cuenta todos esos factores que van más allá de los datos y que forman parte del alma de las organizaciones.
La revolución digital y la incertidumbre que conlleva hace cada vez más necesario un liderazgo adaptativo, capaz de impulsar los cambios y al mismo tiempo generar un entorno de confianza, formación continua, sensibilización y tolerancia al error en que las personas se sientan seguras.
Desde las oportunidades innegables de eficiencia hasta los riesgos por vulneración de derechos fundamentales, la inteligencia artificial es el presente y futuro, por lo que las empresas deben garantizar que su utilización sea conforme a los principios de igualdad, transparencia y supervisión humana. Lo que marcará la diferencia será la capacidad de nuestros líderes para generar confianza, un un elemento clave para que la percepción del equipo sea de oportunidad y no de amenaza.
El contrato psicológico entre empresa y profesional también evoluciona junto con el contexto en el que vivimos por lo que cada vez más, las personas se preguntan no solo cuánto cobrarán o como se desarrollará su carrera profesional, sino también cómo su empresa usa la tecnología que afecta a su día a día, cómo les ayudará a adaptarse al cambio y si su entorno está alineado con sus valores y metas.
En definitiva, la inteligencia artificial no es un fin en sí misma. Es una herramienta poderosa que puede transformar nuestras organizaciones, siempre que se use con responsabilidad, transparencia y, sobre todo, con humanidad. Porque en el centro de todo siguen estando las personas.
Artículo original publicado en Cinco Días
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