¡Alucina!

Así es: la IA generativa alucina, y mucho.

Este es el gran problema que deben resolver las empresas que desarrollan aplicaciones de IA generativa o las que incorporan estas funciones en sus productos.

Y por este motivo aún no es el momento de incorporar la IA generativa en nuestro día a día de forma estable y confiable. Lo cual no significa que le demos la espalda: hay que leer, informarse, probar, entender y prepararse adecuadamente. Aún tenemos algo de tiempo para eso.

La curva en forma de J.

Según Erik Brynjolfsson a lo largo de la historia ha habido dos momentos clave en los que la tecnología ha permitido a la humanidad dar un salto cualitativo importante en términos de productividad, el primero la industrialización y el segundo la introducción de internet. Ambos momentos tuvieron en común una curva negativa de resultados a corto plazo, una curva en forma de J.

Esto significa que los primeros momentos de adopción de la tecnología suponen elevadas inversiones de tiempo y dinero con resultados negativos, pues no se recogen de forma inmediata los frutos de la inversión. Sin embargo, al cabo de un tiempo, se produce un incremento drástico de la productividad.

Erik Brynjolfsson señala que (y no es el único) con la IA generativa, estamos ante el tercer momento clave de la historia, con ese efecto multiplicador que solamente dos veces antes hemos visto y que al igual que ellos, es en forma de J.

A mi entender, la actual situación de las empresas tecnológicas, realizando grandes inversiones de tiempo y dinero en el desarrollo de la IA generativa, así como los esfuerzos e interés de grandes compañías por avanzar en su entendimiento y pensar en potenciales usos y aplicaciones, suscribe este escenario: mucha atención, dedicación e inversión y pocos resultados a corto plazo. Pero esta inversión tendrá un retorno casi exponencial.

La trampa de Turing

El Test de Turing ha sido superado: las máquinas ya pueden emular a un humano.

Y sí, la IA va a sustituir a muchos abogados.

Aquellos abogados, que los hay, cuyo principal cometido es redactar memos trasladando “lo que dice la ley” ergo “no puedes hacer esto” o “debes hacer esto” han quedado ampliamente superados por la IA. Nadie los necesita ya.

Los demás, los que son capaces de conectar los puntos, aportar soluciones más allá de la lectura de la ley, opinan, ayudan a sus clientes a lograr su metas de forma segura y con el menor riesgo, se mojan y se alienan con sus clientes, van a encontrar en la IA a su mejor aliado.

Y ahí es dónde Turing se quedó corto, pues el ideal de los sistemas de inteligencia artificial no está en poder hacer lo mismo que los humanos. Esto solamente lleva a la sustitución de la fuerza laboral por máquinas, a una mayor concentración de la riqueza y a un empobrecimiento general de la sociedad.

Los sistemas de inteligencia artificial deben complementar a los humanos, ayudarles a mejorar, lograr que alcancen objetivos más altos, a que lleguen más lejos, que la experiencia del servicio humano-tecnológico sea mucho mejor que la de cualquiera de las dos partes por separado.

Una nueva era

Si en la era del email, el móvil, las aplicaciones y las redes sociales ya nos parece que la velocidad a la que nuestros cerebros deben trabajar es tremenda, la introducción de la GenAI, que para varios expertos va a multiplicar por 3 la productividad, nos va a hacer estallar la cabeza.

Requerirá de nuevas habilidades: análisis de grandes cantidades de datos, gestión de nuevos riesgos, capacidad de discernir entre el fake y el real, detección de alucinaciones… y mucho temple para no quedar abrumados con tanta información y opciones.

¿Estamos preparados para esto?

Artículo original publicado en Legal Today