24 oct. 2023
Laura Fauqueur
Disclaimer: Este post se escribe sin intervención de gepeté o equivalente. Así que, si el lector encuentra alguna falta o incorrección, solamente podrá imputársela a esta servidora, no a ninguna alucinación robótica.
Llevamos unos cuantos meses que si la IA generativa por aquí, la IA generativa para allá, si remplazará a los abogados, a los intelectuales, a los creativos, preguntándonos qué nos queda a los humanos que los robots no terminen haciendo mejor y más rápido que nosotros…
Pues bien, servidora escribe este post aún bajo los efectos de una importante resaca emocional (eso no creo que lo puedan tener las máquinas…). En efecto, después de varios meses de intensa preparación, ha tenido lugar el hackathon sobre IA generativa organizado por el grupo Lefebvre Sarrut, en cuyo diseño y desarrollo he tenido el honor de contribuir.
El evento, de dos días y medio de duración, ha tenido lugar de forma simultánea en Madrid, Paris, Bonn, Lovaina, La Haya y Milán, reuniendo a docenas de equipos, cientos de concursantes, decenas de mentores, miembros de los jurados locales, etc.
Los equipos tuvieron que idear y construir una herramienta, basada en IA generativa, que dé solución a alguno de los 3 retos planteados: activar el conocimiento de las empresas y sus asesores, revolucionar la redacción de textos jurídicos, y/o mejorar el acceso a la justicia.
No me detendré hoy sobre las ideas y herramientas presentadas por los equipos, pues daría para otro post entero, pero sí en el proceso de creación.
Para quienes no estén familiarizados con el formato (y no hayan tenido aún la suerte de vivir uno en sus propias carnes), un hackathon es un encuentro que suele durar 2 días y medio (lo que viene a ser un fin de semana) durante el cual equipos multidisciplinares de profesionales (desarrolladores, diseñadores y profesionales del sector en cuestión, y en nuestro caso, del sector jurídico) construyen herramientas tecnológicas para dar solución a un reto o un problema.
Los equipos compiten entre sí, y al final del hackathon, un jurado designa un equipo ganador después de escuchar su pitch, ver la maqueta o la demo de la herramienta construida, etc.
En el caso de este hackathon, hubo un equipo ganador en cada país participante, y el próximo mes habrá la final internacional en la que competirán los 6 finalistas nacionales.
Pues bien, no voy a sacar aquí conclusiones sobre el estado de la tecnología en general y de la IA generativa en concreto, sino sobre el estado de las personas. Algo que me ha llamado mucho la atención fue el espíritu colaborativo que han mostrado los equipos. Tanto entre quienes se conocían antes por ser compañeros de trabajo (eso sí, no había varias personas del mismo departamento en un mismo equipo), como los que venían de fuera (había también profesionales de otras empresas y estudiantes), la complicidad y solidaridad nacida de esta experiencia de trabajo intenso e intensivo fue palpable en todo momento.
La capacidad de las personas para dar a las demás lo mejor de si mismas tiene un efecto multiplicador que permite a los equipos avanzar a una velocidad increíble, y llegar a lugares desconocidos, imprevisibles y a menudo maravillosos.
Otra emulación interesantísima de observar es la que produce la intervención de los distintos mentores durante el hackathon. Solemos poner a disposición de los equipos, y así lo hicimos esta vez, expertos en las distintas temáticas a tratar, en la metodología a utilizar y en los problemas a resolver.
Algunos mentores que asumían este rol por primera vez me dijeron al llegar: no sé qué es lo que les puedo enseñar yo a estos equipos. Sin embargo, ninguno se ha marchado con esta duda, pues se dieron cuenta de que no se trata de transmitir saber cómo cuando uno da una clase magistral, ni de ser más seniors que los participantes. Se trata de complementariedad, de perspectiva de usuario, de aportar una visión desde otro prisma, otra experiencia, y complementar la construcción de valor de los equipos con un ingrediente, un contraste o cualquier otra cosa.
Lo que uno sabe por experiencia profesional o vital y no considera como una riqueza es oro verdadero para otra persona que no ha tenido esta misma vivencia.
A medida que se me pasa a mí la resaca emocional, se les pasará también a todas las personas que han estado involucradas en esta maravillosa locura, pero quedará el recuerdo de aquellos dos días y medio en los que han llegado más arropados, más fuertes y más lejos que nunca (¡a la vez que más agotados que nunca!).
Gracias a la IA generativa, han disparado su inteligencia emocional y su creatividad hasta niveles hasta ahora desconocidos.
Desafortunadamente, y es parte de esta resaca, vemos como, mientras nosotros estábamos pudiendo soñar a lo grande, y pensar en cómo mejorar el mundo, éste ha seguido escupiendo sus desgracias y víctimas a un ritmo aplacable.
Sin embargo, elijo quedarme con la esperanza y la posible materialización de estos sueños y proyectos, pues sé por experiencia que cuando las personas alumbran tanto poder creativo, no hay vuelta atrás.
Mucho poder creativo necesita el sector legal para lo que nos viene, y para lo ya tenemos delante. Así que a por ello… ¡hackers!
Artículo original publicado en el Blog de Innovación Legal y Nuevas Tecnologías de Abogacía Española
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